Todos los lenguajes bailan juntos en mi cabeza
El pasado 16 de noviembre Maia Morosano y Maximiliano Conforti presentaron su libro Con el amor no alcanza, publicado por Baltasara Editora como parte de su Colección Poesía. Se trata de una obra compuesta a dúo, en poemas (de la mano de Maia) y fotografías (del ojo de Maximiliano).
Leído de izquierda a derecha, el libro nos arrastra en un viaje desde el enamoramiento, el encuentro, los festejos y las habitaciones compartidas hacia la separación, el duelo, y una multitud de despedidas. En todos los lugares donde hubo un pasar juntas hay ahora noticias reiterativas de un presente pasar separadas. Como con el amor no alcanza, quienes leemos somos ahora una especie de turistas de ruinas de la que fuera alguna vez una gloriosa ciudad. No vemos pero sabemos que hubo cuidados, ánimos, sonrisas, besos, alimento. Somos voyeurs del dolor de quienes quedaron sin: la que escribe, un gato llamado Cósimo, las plantas que la conocieron, estantes y cajones vacíos, suelos sin peso, paredes testigos de ausencia. Leído de izquierda a derecha, el libro nos lleva de poemas a fotografías, que ahora leemos como viñetas de una historia, retratos de un vacío donde antes hubo completitud: sábanas revueltas sobre una cama donde no hay cuerpos, chapitas de latas de cerveza arrancadas quizás cuando había bocas en plural, regaderas para nutrir a las plantas que vivían con ellas, una osa que recorre y nos muestra rincones domésticos de una convivencia que fue.
En ocasión de la presentación de este nuevo libro, tuvimos el gusto de entrevistar a Maia.
¿Cómo surgió la idea de componer a dos voces y en dos registros?
No se trata de una colaboración pero sí hubo propuesta. Desde mi primer libro (Escaleras -2008), editado por Espiral Calipso, siempre tuve presente el diálogo de la palabra con otros lenguajes. En este caso sólo se manifestó en la presentación (aunque los poemas están escritos con versos formando escalones). La reina en mi país, que es el segundo poemario, sí tuvo una interacción directa con ilustradores de Argentina y España que, a modo de espejo, ilustraron los poemas. Luego vinieron otros poemarios como Las Gracias y las horas (La pulga renga 2013), donde hicimos con actores, amigas y amigos, una suerte de falso documental sobre el personaje que atraviesa los poemas: “La loba”. Finalmente llegó el libro La Malcriada (Ombligo cuadrado, 2015) que reúne poemas míos que fueron pensados para escena y muchos tienen partes que son cantadas, para esto pusimos en el libro el link de soundcloud donde están todos los poemas cantados. En mayo de este año también salió mi primer libro de cuentos para niñas, niños y niñes, Cuentemas del pez barbudo, editado por El salmón, y tiene dibujos míos de los personajes.
¿Quién propuso la colaboración?
Para Con el amor no alcanza le pedí a Maxi Conforti que construyera conmigo desde su ojo fotográfico porque estaba buscando su metáfora visual. Y digo “su” porque era la suya y no otra, Maxi tiene una mirada muy particular en cuanto a las luces, las sombras y los volúmenes. Este es un libro que narra a través de imágenes desde esos lenguajes y estoy convencida que no podría haber sido de otra forma ni con otra persona.
¿Cómo llegaste a conocer las fotografías de Maximiliano y él tu escritura? ¿Cuál era tu relación entre ellas antes de este proyecto?
Maxi y yo nos conocimos haciendo otro proyecto juntos. Nos presentó un hermano en común, el escritor Leandro Gabilondo. Nosotros (Maxi y yo) no nos conocíamos y Leandro nos pidió que fuésemos a un ciclo que él llevaba en Buenos Aires y que presentáramos allí fotografías y poesías trabajadas como puente. Es decir, me mandó fotos de Maxi y me dijo: “escribí poemas sobre esas dos fotos”. Y así lo hice. Después decidimos viajar juntos a Buenos Aires y en aquel trayecto en auto, y luego de una caminata infinita por el monstruo porteño, descubrí que al hermano Gabilondo se me había sumado otro hermano. Desde entonces hicimos cosas a la par: Maxi hizo varias muestras en mi Bar Cultural Bienvenida Casandra, yo hice poesías y una performance el día que inauguró su estudio de fotos, pero nos debíamos un proyecto más grande y por fin llegó. Ahora no quiero que pare, quiero que crezca, que sea disparador para seguir creando juntos. Es un poco la idea, por eso armamos el blog.
¿Hay una producción que precede a la otra, inspirándola, o una consigna acordada llevó a dos producciones independientes que fueron unidas?
Los poemas estuvieron primero que las fotografías pero no creo que haya sido una cuestión de inspiración sino, como dije anteriormente, un diálogo que se produjo, en gran parte, en un viaje que hicimos para buscar algunas de esas imágenes. Viajamos a Paraná y alquilamos una habitación del Mayorazgo, hotel que se menciona en el libro. Montamos un boliche en la habitación pero también hicimos videos y fotos en la pileta, pequeños cortos que iban mucho más allá de lo que se decía en los versos. Poco a poco fuimos en dos días (que estuvimos sin dormir) creando dos personajes que no aparecen en la obra o sí pero no de ese modo. Esos personajes son: la nadadora y la otra. La nadadora es una mujer que está con malla roja y antiparras, siempre seca, la otra está vestida con camisa y corbata y siempre mojada. Así se puede ver en el blog un video de la otra tirándose vestida a la pileta mientras de fondo se escuchan unos versos del libro. Todo eso fue construido mucho más allá de los poemas y tenemos la intención de que crezca, quizás viajemos de nuevo o no, quizás publiquemos el diario de viaje que tiene muchos dibujos de Maxi o quizás no, pero la historia de esas dos mujeres, que tal vez sean la misma, ya se desprendió totalmente del poemario. A la vez, construir esos personajes fue indispensable para pensar algunas de las imágenes que se ven en el libro, como por ejemplo el de la pileta inflable en la cama o el reloj sumergiéndose en el agua o los restos de una fiesta entre las sábanas.
¿Qué puntos de unión encontrás entre este libro y otras producciones tuyas en varios registros, como los ciclos de poesía y performance?
No sé construir una obra sin pensar en varios registros, aunque quizás el público no lo note, siempre hay una influencia y sin dudas las presentaciones son performances que no se repiten. Supongo que tiene que ver un poco con que desde muy pequeña el arte para mí estaba todo mezclado y tenía una influencia muy grande de varias disciplinas, mi abuela materna era pintora, pintaba grandes cuadros al óleo y era una excelente retratista, me enseñó a dibujar, mi abuela paterna tocaba el piano y recitaba poemas de memoria al igual que mi papá que aún hoy lo hace, mi abuelo materno también era dibujante de casas y autos y el paterno era el mejor cuentista que conocí en mi vida. Tuve un tío bisabuelo escultor, Daniel Palau, hermano de mi bisabuela Ana, que fue esculpida con mi abuela en brazos para una obra que le encargó la provincia y que está en Moreno y 27 de febrero junto a otras obras suyas, también tuve un tío abuelo pintor, Felix Pascual que entre muchísimas obras la que más me marcó fue la que hizo en la casa de mis abuelos, era un mural con relieve que subía por la pared en la que descansaba una escalera, cosa que provocaba a tocar la obra porque una se apoyaba muchas veces en la pared, era un triángulo masónico que lo atravesaban espermatozoides, me encantaba tocarlo de chiquita porque tenía mucho volumen. Si a todo esto que siempre fue un estímulo muy grande le sumamos que de pequeña era un verdadero Demonio de Tasmania (o al menos eso cuentan) y no me quedaba quieta salvo cuando me conectaban con algunas de estas cosas, entonces creo que se entiende que hoy por hoy todo eso junto me siga acompañando.
¿Hay aprendizajes sobre tu propio oficio de escribir que te lleves gracias a este libro?
Siempre se aprende con cada libro, y en mi caso me pasa que siento todos los libros muy distintos, de hecho creo que este es el primer libro de poesía que narra una historia, es decir que tiene un principio y un final que cuentan el encuentro y el pasaje de dos mujeres que se conocen en un bar y se separan porque el amor no alcanza.
No sólo es un poemario narrativo sino que es un poemario que no tiene ningún poema hit, quiero decir, ningún poema que podría de antemano ser considerado como “efectista” o “para el aplauso”; pongo comillas porque no me gustan ninguna de las dos expresiones pero son las que en algunas oportunidades he escuchado a la hora de comentar poemas que hacen estallar pogos.
¿Qué lugar diferencial ocupa este libro en toda tu obra literaria?
Este poemario me pedía otra cosa, un despojo que no lo he tenido en otros mucho más musicales o escénicos (al menos así pensados). Ese despojo también está en las fotos, hay un efecto minimalista pero atómico, una cama desarmada como trono de la ausencia, una silla cuya sombra refleja una osa que no está.
En este libro me parece que la efervescencia se da en la distancia de la espuma.
Trabajar en estos poemas y leerlos frente a un público me enseñó que los polos son la misma cosa, que si un pogo es como droga, el vacío total también.
¿Cómo se desarrolló la genialidad de la foto de solapa?
Esa es una de las tantísimas locuras hermosas de Maxi, no puedo ni explicar la cantidad de fotos que nos sacamos hasta lograr que nuestros labios y cabelleras tuvieran continuidad el uno en el otro. Maxi ponía la cámara automática y corría detrás de mí a colocarse para la foto. Lo intentamos muchas veces, finalmente salió y la hicimos juntos, sin terceros ni terceras.
La foto de solapa, me parece, es una buena muestra de lo que es el libro, de nuestro trabajo juntos y también de nuestra amistad: los dos pegados, con nuestras marcadas diferencias, formando una unidad, Maxi a la zaga porque su mirada siempre está un paso atrás para mostrar lo que está delante, no de él sino de aquella, aquél o aquello que esté fotografiando, creo que Maxi logra hacer visible lo invisible de lo que retrata. En la foto un ojo es de él y un ojo mío, pero tenemos una boca que es una sola, creo que es una sola porque dice desde una totalidad construida en esta diferencia que nos hace querernos tanto.
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Instagram:
@maia.morosano
@maximilianoconforti
Fotografías ilustradas: Agustina Gimbatti.